Mismodestino (Morty x Reader)

Dedos temblorosos envueltos alrededor de una PokéBall.

Una lengua rosada deslizándose, humedeciendo unos labios resecos.

Piel húmeda y fría hormigueando con sudor.

Una voz llena de determinación.

"Hoy es el día."

El Gimnasio de Ciudad Iris se alzaba ante ella como una montaña. Las puertas de cristal daban paso a un oscuro mundo interior, uno lleno de espíritus traviesos y de una niebla tan gruesa como las nubes de tormenta. Recorrió el exterior con sus ojos [color], un espectáculo familiar, dado que esta sería la quinta vez que desafiaría al Líder del Gimnasio que habitaba dentro de las oscuras paredes del siniestro edificio.

Tragando el nudo en la garganta, ella abrió las puertas dobles y entró, su corazón se olvidó momentáneamente de latir en el momento en que sus pies se posaron sobre el crujiente suelo de madera del Gimnasio Tipo Fantasma. La vaga niebla parecía acariciar su piel como manos invisibles, enviando escalofríos por toda su columna vertebral mientras la chica de cabello [color] caminaba cuidadosamente hacia adelante y mordía su labio con la fuerza suficiente como para extraer sangre. Al instante, las luces iluminaron el camino hacia el Líder, encendiéndose con una llama índigo, enviando sombras hacia el sombrío miasma.

"Ajá... Bienvenida, [nombre]. Te he estado esperando".

Ella se estremeció, apretando los puños mientras aquella masculina y displicente voz envolvía sus oídos y se abría paso a su cabeza. Fuera de la niebla surgió una figura muy conocida, sus ojos de color violeta se encontraron despreocupadamente con los [color] de ella.

Los labios de [nombre] se fruncieron en una mueca.

"Morty".

El Líder de Gimnasio le dedicó una sonrisa cansada, sentado con los hombros caídos en su traje mayormente lavanda, mientras se pasaba una mano por su enmarañado cabello rubio. Como de costumbre, su presencia no era una sorpresa para él, desde el primer día en que lo desafió y perdió, sabía que [nombre] volvería para una batalla hasta que al fin lo aniquilara.

O al menos, eso es lo que ella quería creer.

No podía negar la otra razón por la que volvería.

"¿Vuelves otra vez por más tan pronto?" Reflexionó el Entrenador especializado en Fantasmas, inclinándose hacia delante mientras sus labios convertían una sonrisa perezosa en una sonrisa conocedora. Sus ojos ahumados capturaron los de ella, sosteniendo su mirada mientras con una delgada mano enganchaba su muñeca y suavemente tiraba de ella hacia delante. "Si mal no recuerdo, estuviste aquí hace sólo dos días..."

"Yo-Yo... Yo sólo quería..."

El aliento de [nombre] se entrecortó cuando los brazos de Morty se deslizaron casualmente alrededor de su cintura y la sujetaron con fuerza, con la cara inclinándose hacia su garganta y abanicando su piel con una suave risa. Sus dedos agraciados acariciaron su cintura con toques como plumas; preciso y astuto en sus caricias. Sus labios ásperos como la lija pero tan suave como el terciopelo se arrastraron a lo largo de la palpitante vena de su cuello, obligándola a volver la cabeza mientras un repentino gemido salía a través de su boca. Sus mejillas se sonrojaron, sus dedos estaban crispados, con el impulso de retroceder, pero como siempre, [nombre] no podía hacer otra cosa más que apoyarse en el cuerpo de Morty. Una risita triunfal brotaba a través de la garganta de él, mientras sus labios se abrieron camino hacia los de ella, sellándose sobre ellos por fin, y enviando todo su ser al limbo.

Era exactamente igual a los fantasmas que entrenaba.

Su mismo toque absorbió su energía, volvió sus piernas en gelatina, su mente sensible y poco receptiva. Su piel ansiaba sus caricias, sedienta de ellos, una droga sin la que no podía vivir. Él devoraba su alma en cada beso, descuidado e íntimo.

[Nombre] realmente despreciaba y adorada al Líder de Gimnasio de Ciudad Iris por eso.

"Ngh... Morty..." gimió ella contra su boca implacable, sus manos encontrando la manera de asir la bufanda y aferrarse a ella como si fuera a salvar su vida. El vértigo hacía su camino, ocioso a través de sus venas, llegando a cada rincón de su cuerpo mientras ella se desplomaba aún más contra él.

Siempre fue así, desde el primer día que ella había llegado a desafiarlo. Ella había perdido, él había ganado, y en ese instante, él la tenía en sus garras. Para empeorar las cosas, Morty sólo actuaba así cuando estaba a solas con ella, cuando él estaba con los demás, estaba en su habitual, perezosa e indiferente, forma de ser. ¿Cada vez que ella había regresado al gimnasio desde ese atroz primer día? No habían luchado, aunque esas habían sido sus intenciones.

Al menos, no con Pokémon.

"Sabes que amas esto", susurró él mientras sus dientes mordieron sus labios, antes de bajar por la garganta de ella una vez más y darle un cariñoso lengüetazo que podía paralizarla con la misma facilidad que el movimiento. "Deja de pelear... y ríndete, ¿hm? Después de todo... "

Los ojos ahumados de Morty ardían con un frenesí fantasmal, y la sonrisa que le dio rivalizaría con la de su Gengar.

"Los fantasmas nunca dejan de frecuentar a sus seres queridos"